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MILLENNIALS, ¿POR QUE HUYEN DEL COMPROMISO Y SON TAN PREVENIDOS?

Foto del escritor: El Megáfono CanadáEl Megáfono Canadá
Para los millennials la idea de casarse o vivir en unión libre y tener hijos, son cada vez más tardías, pues son pocos los casos en los que esto ocurre con éxito.

En la época de antaño, la idea de un matrimonio y una familia era el mayor sueño, un logro al que aspiraban mujeres y hombres, el romanticismo puro se veía en su máxima expresión, los detalles eran infaltables para cualquier relación. El amor sin duda, se vivía de una manera completamente distinta a la de la mayoría de los jóvenes de la actualidad, quienes suele optar por una vida con menos compromisos para no arriesgar su libertad, y aquellos que terminan por casarse lo hace por razones netamente pragmáticas, sin impulsividad y con mucho análisis.


En un mundo en el que la inestabilidad económica, emocional y laboral tiene más presencia y protagonismo, las nuevas generaciones prefieren evitar el compromiso para no desestabilizar más sus entornos.



El amor se vuelve precavido y los riesgos no son tomados, por ello los jóvenes del mundo están postergando el matrimonio o las relaciones formales, ya que entre las razones para casarse pasados los treinta, están la necesidad de proyectar los estudios y realizar una carrera profesional y demás.



Helen Fisher, antropóloga, bióloga e investigadora sénior de The Kinsey Institute –centro pionero en investigación de conductas sexuales–, acuñó el concepto de “amor lento” para referirse a este escenario. Para Fisher, la mejor palabra para describir la mirada que los jóvenes tienen del amor es “precaución”: no solo quieren estar listos económica y profesionalmente antes de establecerse con una pareja, como relatan Carolina y Javiera, sino que, además, esperan hasta saber todo sobre los posibles candidatos, desde su personalidad y su desempeño en la cama hasta su cuenta bancaria y su situación legal. Quieren saber todo esto incluso antes de empezar la etapa de cortejo. Y esto, según la antropóloga, ha invertido el orden clásico de la vida en pareja: hoy, asegura, la primera “cita oficial” ya no es al comienzo de una posible relación, sino mucho después, y se entiende como el primer paso hacia la formalización de la pareja.

Fisher explica: “En mi época, la primera cita consistía en salir con una persona para echarle un vistazo y ver qué tal era. Hoy es algo más importante y tiene muchas reglas: se invita con anticipación, se va a un restaurante caro, se invierte tiempo y dinero que no se está dispuesto a gastar en alguien que se está recién conociendo. Por lo general, esta cita ocurre después de que las parejas han tenido sexo de manera regular y ya saben cómo es el otro entre las sábanas. Esto, que llamo ‘entrevista sexual’, no solo tiene que ver con cómo es su desempeño sexual, sino si sabe escuchar, si tiene sentido del humor, si puede ser amable”.

Este comportamiento usual en los jóvenes de desapego y poco compromiso es criticado incluso por su misma generación, por no ser capaces de tener relaciones serias a largo plazo, sin embargo, la realidad es que prefieren conocer y aceptar por completo a la persona que se convertirá en su pareja, analizando riesgos, problemas económicos o laborales, relaciones familiares, nivel de educación, etc.


Al parecer, dicha cautela, se asocia con una garantía de éxito, teniendo como objetivo un mejor estilo de vida y en ello influye la pareja futura.

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